Un Tarzán actual que implica al público en la lucha por salvar la naturaleza de la codicia del hombre

Desde que Edgar Rice Burroughs creara el personaje de Tarzán, primero como un serie para la revista americana “All Story Magazine” en 1.912, y después como libro en 1.914, éste se ha convertido en un mito que perdura a lo largo de los tiempos, y al que se vuelve una y otra vez adaptándolo a distintos contextos actuales. Aunque en el fondo sigue siendo el hombre inocente que vive en comunión con la naturaleza, que conoce el amor humano sin prejuicios, y que lucha por defender el reino de lo humano de una ambición, por él aún desconocida. 

La lectura que del mito hace la compañía Rodetacon Teatro y el director Ricard Reguant es la misma, pero con un lenguaje cercano al espectador del Siglo XXI, contaminado en este caso (texto y público) con guiños cómicos a los mass media y por referentes de programas de audiencia masiva. Unos referentes que ponen al servicio de un humor en apariencia frívolo, pero que esconde de fondo el mensaje amargo de cómo el ser humano es el mayor depredador del medioambiente. Un espectáculo para todos los públicos, en el que brilló un elenco de artistas de primerísimo nivel, que tras la actuación, se hicieron fotos con niños y adultos y demostraron que para transmitir emociones encima de un escenario; fuera de él, hay que ser sobre todo humanos. 

Mikel Hennet (Tarzán) destacó por su trabajo corporal y por vivir realmente “el sueño que todos hemos tenido desde la infancia a través de este personaje, que es el de vivir en lo alto de los árboles, sentirnos totalmente libres”. Teresa Abarca bordó el papel de una Jane perteneciente a una generación de jovencita – arquetipo que idolatra a Justin Beber y se comunica con un argot de sms,  y que, no podía ser de otra manera,  acaba enamorándose del hombre libre en un medio que le hace feliz. Abarca es sobre todo flexible y es de resaltar su gestualidad, en momento clave, cercana al lenguaje del cómic.

Inmensa estuvo la emeritense Tamara Agudo, en su simbiosis Tamara– Chita, ese muppet o muñeco con el que se sincronizó perfectamente y a que le puso una voz de tribu chicana que desconfía de las intenciones de los “civilizados”. Tamara Agudo, una de las mejores actrices extremeñas de  musical, se preparó tan a fondo su personaje que, literalmente, convivió con él, se lo llevó a su casa y hasta viajó con Chita. Resultado: Chita vive encima de las tablas y Tamara es su alma.

Fedor de Pablos (el malvado y ambicioso Cartoon) definió a los artistas de musical como “atletas del arte” por su capacidad de combinar a la vez tantas disciplinas como cantar, balar, interpretar… Gustó su puesta en escena de personaje movido por una ridícula autosuficiencia de quién cree que, con dinero, puede tenerlo todo. Junto a ellos, un gran Raúl Cassineiro, el científico despistado y entrañable padre de Jane, una Alicia Mencía, versátil en registros de animales selváticos, o Mariola Peña, esa “araña reina” que, aunque atrape a los incautos en su red, en realidad quiere ser artista – vedette, y ser ella la devorada por la fama. 

Desde al principio al final, prevaleciendo como emoción principal, mucha felicidad dentro y fuera del escenario del Cine – Teatro Salón Modelo de Fuente del Maestre, el pasado 27 de junio. Con un público entregado al que se implica en la misión más difícil: Rescatar la naturaleza de la ambición humana. 

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